Ética (III). Contención del enfermo agitado. Como "hacernos" con el paciente

¿Qué entendemos por contención?: el conjunto de actividades que debemos realizar para intentar calmar al paciente agitado y que van desde, simplemente hablar con el enfermo, hasta tranquilizarle con medicamentos sedantes y/o usar mecanismos para inmovilizarlo.

Ya sabemos que los estados de agitación y la agresividad son muy frecuentes en la demencia senil, sobre todo en las fases de gravedad moderada y severa de la misma. Se producen independientemente de cual sea la causa de la misma.

Conllevan un aumento significativo o inadecuado de la actividad del paciente junto con trastornos emocionales que pueden convertir a este paciente en violento y agresivo y, por tanto, puede generar un riesgo de daño físico a sí mismo, a los demás y al entorno físico que le rodea.

El vagabundeo, la agresividad y las falsas interpretaciones de la realidad pueden aparecer de forma puntual e inesperada o ser persistentes en el tiempo.

El enfermo puede huir ante la presencia de estímulos que él interpreta como peligrosos o bien enfrentarse a ellos con agresividad.

A veces se producen situaciones de riesgo de caída o de daño físico, que tienen su origen en la realización por parte del paciente de actividades no adecuadas y que hace porque desconoce que ya no está capacitado para realizarlas (por ejemplo, accidentes de tráfico por conducción inadecuada).

Para intentar prevenir estas situaciones de imprudencia y agresividad debemos corregir los factores desencadenantes, modificar el entorno del paciente, fomentar las habilidades del enfermo y aprovechar nuestros recursos.

En caso de producirse un cuadro de agitación deben realizarse intervenciones que han de estar siempre en relación con el grado de severidad del mismo. Veamos los pasos de los que consta dicha intervención:

  • Empezaremos intentando hablar con el enfermo para disuadirle de sus actividades; debemos, antes que nada, escuchar atentamente lo que nos dice el paciente.
  • Corregir los posibles factores desencadenantes: tratar el dolor si es que existe, controlar posibles infecciones, problemas visuales y auditivos, desnutrición, posibles efectos secundarios de la medicación, problemas de la marcha, el equilibrio y la postura y, en definitiva, mejorar la capacidad de realización de las actividades de la vida diaria.
  • También es necesario hacer cambios en el entorno para evitar que el paciente se haga daño a si mismo: usar mobiliario adecuado (como sillones adaptados) y retirar los enseres que no sean útiles, poner frenos en la cama y en la silla de ruedas; retirar las barras laterales de la cama adaptando, eso sí, la altura de la misma; mejorar la iluminación y el acceso a los timbres, poner material antideslizante en baños y pies de cama... en definitiva, extremar las medidas de seguridad ya comentadas ampliamente en temas anteriores. No olvidar, lógicamente, que deben primar las condiciones de comodidad y de intimidad del enfermo.
  • Fomentar las habilidades psicosociales: controlar (o reducir al menos) los estímulos que le provocan agitación; realizar estimulación cognitiva y orientación a la realidad, actividades sociales y de relación con los demás, paseos y actividad física... también hemos hablado mucho del tema.
  • Usar fármacos prescritos por el médico si no es suficiente con lo anterior.
  • Sólo en último extremo, usaremos medidas de contención mecánica o de restricción física.

 

La limitación o control del movimiento y de la conducta del paciente persigue proteger al enfermo y ofrecerle seguridad a él y su entorno.

Se usan mecanismos como la sujeción del paciente o de sus miembros para que el paciente no pueda autolesionarse o hacer daño a los demás. Solo pueden utilizarse si previamente hay consentimiento médico.

Hablamos, por ejemplo, de "chalecos" para sujetar al enfermo a la silla o a la cama; también de barras laterales de protección, manoplas o pijamas enteros con cremallera para evitar manipulaciones, etc...

Parece que en España estas medidas de contención mecánica se usan con mayor frecuencia que en otros países de nuestro entorno. Esto ocurre sobre todo en instituciones donde, por desgracia, existe menos tiempo para dedicar al enfermo. No es de extrañar, por tanto, que en muchas ocasiones, su uso no esté plenamente justificado.

julio yañez gonzalez-irun

Medicina de familia.

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