Influencia de otras lenguas en el latín
Mientras el Imperio se expandía y obtenía nuevos territorios, la lengua latina se veía influenciada por las lenguas de sus nuevos habitantes, siendo los que más influyeron etruscos y griegos.
Los primeros en desaparecer fueron el osco y el umbro, al igual que la semítica lengua de los etruscos. Este pueblo de origen incierto llegó a dominar parte de Italia entre el mar Tirreno y el curso de los ríos Tíber y Arno. Su establecimiento original coincide con la actual Toscana y durante un tiempo (siglos VI y V a.C.) dominaron el Lacio y reinaron en Roma, aunque fueron posteriormente vencidos y asimilados por Roma.
El griego también tuvo una gran influencia sobre el latín desde las colonias griegas del sur de Italia y de la isla de Sicilia (Magna Grecia). De hecho, el alfabeto latino deriva del alfabeto griego utilizado en dichas colonias griegas, al que se le hicieron ciertas adaptaciones. Desde los inicios del latín se añadieron muchas palabras griegas del ámbito comercial y náutico, introducidas por esclavos y mercaderes.
El enfrentamiento por el dominio del mar Mediterráneo exportó el latín al sur de Italia y Sicilia, al norte de África y a la península Ibérica (donde se fue imponiendo sobre diversas lenguas como el céltico, celtibérico, ibérico, tartésico, griego o púnico). Posteriormente expandió sus fronteras por Oriente hasta el río Éufrates, por todos los antiguos reinos helenísticos: Siria, Macedonia, las ciudades griegas de Asia Menor, Palestina, Egipto y Libia (con escasa pervivencia). Y con gran éxito se expandió en Occidente, por los Alpes, el Véneto, la Galia y Britania, la península Balcánica y las llanuras danubias de Mesia y Dacia (actualmente Rumanía).
