Darse a Conocer

Es natural que, al encarar una nueva actividad u oficio (remunerada o no), una de las primeras preguntas que surge es: ¿Cómo hago para que me conozcan?

Sobre esto -en rigor- no hay mucho que decir, toda vez que la tecnología en su dimensión comunicacional ofrece diversos instrumentos al efecto (Blogs personales, redes sociales, diarios digitales con avisos gratuitos, etc.); y –además- porque se han multiplicado los expertos dedicados a orientar en esta materia.

Si el Facilitador no tuviera el conocimiento necesario para utilizar herramientas como las descriptas, seguramente tendrá un familiar, un amigo o conocido que pueda ayudarle.

Bastará que le explique pormenorizadamente el uso que hará de esas herramientas y le brinde algunas precisiones concretas. Por ejemplo, en el caso de un blog, deberá señalarle que –entre otras cosas- se debe prever una sección para publicar el material que proceda de los pacientes.

 

Sin embargo, hay un aspecto que sí es conveniente abordar en esta lección.

Se trata de una de las formas más efectivas de comunicación, no solo para darse a conocer sino también para multiplicar la propia fama: el “boca a boca”; es decir, la transmisión verbal e informal, que resultará del mero hecho de que las personas ‘comenten’ entre sí, acerca de que tal o cual persona ‘ayuda a controlar el estrés’.

Se trata de un proceso tan humano como antiguo: la tendencia natural a ‘recomendar a alguien para alguna cosa’.

Sin embargo, la frase precedente (‘recomendar a alguien para alguna cosa’) no es del todo exacta. Si se quisiera ser más preciso, se debería expresarla así: ‘recomendar (o no) a alguien para alguna cosa’.

Es decir, en general las personas sugerimos a otros que recurran (o no) a un tercero, porque a su vez alguien nos ha comentado; o –lo más frecuente- por la ‘experiencia personal’ que hemos tenido cuando concurrimos a un lugar o solicitamos un servicio.

Pero esa ‘experiencia personal’ que se ha tenido (por ejemplo cuando se ha recurrido a un profesional) no representa necesariamente una experiencia cierta.

Muchas veces, las personas recomiendan (o no) a alguien por sus actitudes (es agradable, encantador, atento, eficiente, sabio, etc.; o -por el contrario- es antipático, aburrido, desatento, inepto, etc.).

Es decir, las recomendaciones resultan casi siempre de una mezcla de cosas que son ciertas, y de otras que son muy subjetivas.

Sobre esto, en lo que concierne al Facilitador, conviene que se esmere no sólo para tener siempre un buen trato personal, hacer lo mejor posible su trabajo y lograr resultados que sean satisfactorios para la persona, sino también que no espere que siempre se le reconozcan sus esfuerzos.

En la mayoría de los casos, las personas saben darse cuenta si están mejorando; y habitualmente lo recomendarán. Sin embargo, en otros casos, aún con resultados concretos a la vista, algunos igualmente opinarán en contrario.

WALTER EDGARDO ECKART

Estudios de Teología y Filosofía. Escritor. Facilitador para el Control del Estrés

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