El estrés en el Estudio

Otro tanto puede ocurrir en las aulas universitarias (públicas o privadas) e -incluso- en tiempos estudiantiles correspondientes a etapas educativas anteriores.

 

Tanto estudiantes varones como mujeres pueden sufrir, en efecto, momentos de tensión relativamente breves y por diversos motivos (discriminación tácita por su condición social, económica, raza o credo); bloqueos temporales al momento de exponer públicamente un tema; dificultades para la integración normal con el resto; alguna discapacidad menor que no le impide el aprendizaje pero que es motivo de burlas o ironías; la impresión (compartida o no por el resto de la clase) de que uno o varios de los docentes no son idóneos para la enseñanza que deben impartir; dificultades al momento de conseguir el material de estudio (libros, fotocopias o accesorios); entrever cierta injerencia de la política en el centro de estudiantes y en otras áreas, etc.

Pero, si estas situaciones se prolongan en el tiempo, durante semanas o meses, finalmente pueden terminar por estresar en un grado importante, al menos a una parte del alumnado. Algunos estudios revelan que entre un 15% y un 25% de los estudiantes son propensos a padecer de estrés crónico.

 

Sin perjuicio de lo dicho, debe destacarse el momento de los exámenes como tiempos especiales para disparar situaciones de estrés.

En efecto, más allá del nerviosismo tradicional que experimentan los alumnos frente a cada examen, algunos -sin embargo- no logran controlar o moderar la ansiedad que aflora en situaciones así, la que afectará en buen grado al rendimiento necesario para la preparación de la materia a rendir.

Pero, a pesar de esto y de lo que se suele suponer, no son las evaluaciones en sí mismas las que originan más estrés, sino que este aflora de un modo notablemente más intenso por la exacerbación del cansancio, la fatiga y desazón que resulta de combinar la cantidad de ‘trabajo’ intelectual o físico realizado por el estudiante, con el ‘tiempo’ que para ello ha empleado.

Dicho de otro modo, un estudiante tiene, en la globalidad de su vida (máxime si vive en pareja o tiene hijos; o trabaja al tiempo que estudia), muchas tareas y obligaciones que cumplimentar; y dispone, especialmente para los períodos académicos particularmente exigentes, de poco o insuficiente tiempo.

Esto le genera más estrés que el hecho mismo de presentarse y rendir examen. Incluso, puede -en algún sentido- hasta aterrorizarse, cuando la distancia entre el tiempo objetivo requerido y el tiempo del que puede disponer realmente es demasiado extensa19.

 

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(19) Algunos especialistas han abordado este último aspecto. Para la psicóloga del Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid, Ángeles Castellano, por ejemplo, el ‘terror’ se revela como una serie de pensamientos destructivos, toda vez que el alumno ha llegado al convencimiento de que no podrá aprobar.

Esto le genera ansiedad, baja autoestima, miedo, tristeza, irritabilidad, sensación de fracaso y de inseguridad, lo que puede inducirlo, en algunos casos, a que directamente evite estudiar o decida no presentarse al examen, aun a sabiendas de que está en condiciones.

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WALTER EDGARDO ECKART

Estudios de Teología y Filosofía. Escritor. Facilitador para el Control del Estrés

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