Cambio de prácticas y discursos propios como docente

Para realizar una educación desde la perspectiva de género hay que integrar esta visión en nuestras vidas, si no lo hacemos transmitiremos mensajes muy contradictorios. Con esto, no queremos decir que de un día para otro cambiemos todo, y que seamos totalmente coherentes. Aun así, la idea es ser lo más coherentes posibles (dentro de nuestra situación y contexto), ya que esta coherencia se reflejará en nuestros pensamientos y prácticas.

El hecho de que la persona docente sea mujer u hombre también trae consigo muchas diferencias. De manera general, a los hombres se les dota de una mayor autoridad y credibilidad social, sólo por el hecho de ser hombres. Esto lo apreciamos, por ejemplo, en los grupos docentes. Si hay una reunión para planificación, en el caso de que se presenten ideas innovadoras, las de un hombre tienen un mayor peso y cuesta menos trabajo llevarlas a cabo que si las propone una mujer, y más si es nueva en el grupo y más joven que el resto.

Ante esto, siempre habrá alguien que dirá que esto no ocurre en su caso, o que en su grupo es una mujer la que dirige, etc. Evidentemente, encontramos en el mundo diferentes casos. Aun así, la realidad más común presenta el hecho de que, las mujeres no disponen, de manera general, de una fuerte autoestima, de un reconocimiento social a sus ideas y trabajo, valoración de las actividades que realizan, etc.

Esto, lo comprobamos de manera fácil si buscamos en internet información relacionada, encontraremos: guías para aumentar liderazgo de las mujeres, estadísticas sobre las mujeres y los puestos de dirección, análisis de la intervención de las mujeres en los grupos, etc. Si hay toda una literatura para mejorar un aspecto es porque hay una deficiencia (ver Lagarde 2000).

Por lo tanto, hemos de cambiar, por ejemplo, nuestras formas de relacionarnos en los grupos, en asuntos como, el dejar los chistes fáciles que denigran a las mujeres, hacer acciones positivas para con ellas como por ejemplo, no intervenir tanto y facilitar la intervención de las mujeres (escucharlas y dejar de ocupar sus lugares para que ellas los ocupen). Apoyar proyectos novedosos y que salgan de los marcos de confort del profesorado. No juzgar a las compañeras o compañeros por su forma de vestir, por sus relaciones personales o por sus prácticas sexuales, serían algunas de las acciones que ayudarían a llevar la perspectiva de género a nuestras aulas.

 

La importancia de la conciencia del profesorado y de la coeducación se expone de manera clara y escueta en este artículo: Desigualdad en las aulas.

Ana Valero Rey

Consultora y formadora en temáticas de género e igualdad

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