Prácticas de educación ecológica

A continuación se exponen cuatro prácticas de la educación ecológica que integran las inteligencias emocional, ecológica y social.

Estas prácticas nos pueden servir de ideas, guías o inspiración para trabajar en un nuestra huerta educativa.

En ellas vamos a poder identificar diferentes valores como el respeto, la solidaridad, la empatía o habilidades como la reflexión crítica.

 

Veamos en qué consisten estas prácticas:

  • El desarrollo de la empatía.

Con este tipo de práctica educativa se pretende que el individuo pueda comprender el mundo como un “todo” en el que están integrados multitud de formas de vida, cada cual con su valor e importancia.

Con esta filosofía nos alejamos del antropocentrismo y dejamos paso a una conciencia más integradora que hace del respeto y el equilibrio la base principal de la vida.

Para trabajar la empatía, en la huerta escolar podemos proponer el estudio de diferentes seres vivos. Por ejemplo, cada niño y niña, elegirán una planta del huerto y se ocuparán de su etiquetado (poniéndole el nombre común, nombre científico y el nombre del alumno/a), llevando a cabo una ficha de seguimiento para conocer, por ejemplo, el crecimiento semanal.

Hoja de registro

 

  • El desarrollo sostenible.

Aplicar el desarrollo sostenible en la escuela, es decir, ser consecuentes en la práctica educativa e incluso en las propias instalaciones del centro. De esta manera, se hace consciente al alumnado para que reflexione sobre sus acciones diarias, haciéndose una serie de preguntas tales como, “¿mis acciones tienen en cuenta el bien común?”.

El agua, por ejemplo, sería un factor clave en el despertar de la conciencia sobre la sostenibilidad. Entre todas las personas implicadas en la huerta debería hacerse una recogida de ideas sobre qué sistema utilizar par el riego de la huerta, y elegir el sistema más económico ambientalmente.

Riego

 

No tenemos que elegir una idea y descartar las demás. Siempre podemos parcelar la huerta y probar con varios tipos de riego para comprobar cuál es el más eficiente y beneficioso para las hortalizas así como para el medio ambiente.

A continuación os ofrezco un enlace en el cual podemos encontrar un pequeño artículo donde explican 30 consejos para sacarle el máximo partido al agua del riego:

Ahorro de agua

 

  • Trabajar la responsabilidad y la repercusión de nuestras acciones.

Podemos trabajar este valor a través de hacer visible la multicausalidad, es decir, visualizar y hacer consciente al alumnado de todas las posibles consecuencias que tienen nuestras acciones. En la huerta podemos trabajarlo teniendo presente todas las interrelaciones que se dan en ella.

Anticipar las consecuencias de nuestras acciones permite hacernos más responsables de nuestros comportamientos.

El “principio de precaución” puede ser una buena herramienta para trabajar en la huerta educativa. Este principio consiste en llevar a cabo una reflexión sobre las consecuencias de las acciones que llevamos a cabo cotidianamente. De esta manera, si la actividad analizada perjudica a la comunidad en la que vivimos, o bien al medio ambiente, debemos tomar medidas. Otra forma es proponer a los niños y niñas que dibujen los componentes e interconexiones de la acción a analizar, y a partir de ahí sacar conclusiones de manera grupal o individual.

 

  • El equilibrio dinámico de los ecosistemas.

Que las personas participantes en una huerta educativa comprendan los mecanismos del ecosistema planetario en el que vivimos, ese entramado de relaciones que hacen posible la vida, es fundamental. Es indispensable que el alumnado conozca estas relaciones para que a partir de ese modelo de equilibrio construyan y diseñen una huerta respetuosa con el medio y con los agricultores y agricultoras.

Los beneficios de estas prácticas educativas son notables, pues proveen al alumnado (y por qué no, también a los educadores y educadoras) de una serie de valores y formas de vida respetuosas con el medio, con los demás y con ellos y ellas mismas. Las personas “ecoeducadas” reconocen su comunidad dentro de una red enorme e interconectada con el resto del mundo, lo que hace que la responsabilidad sea un factor clave, pues se tiene en cuenta que nuestras acciones tienen consecuencias que pueden escapar de nuestro alcance.

Además, destacar que los niños y niñas ecoeducadas estarán más dispuestas a valorar y a llevar un estilo de vida sostenible, de modo que no pongan en peligro la supervivencia de la vida.

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