El proceso metodológico, las técnicas y los procedimientos (II)

Una vez que se ha llegado a los acuerdos básicos sobre estas preguntas, Marfil Francke (1995) dice que se debe traducirlos en un documento escrito: el Proyecto de Sistematización. Este, además de formalizar los acuerdos, constituye un instrumento para orientar el desarrollo del proceso, ayudando a evitar el riesgo de perder el rumbo. Para la redacción del proyecto de sistematización, sugerimos el siguiente esquema:

 

  • Fundamentación: explicar brevemente en qué consistió la experiencia y justificar la importancia que tiene sistematizarla.

 

  • Objetivos de la sistematización: exponer, de manera sintética, lo que se espera alcanzar, tanto en términos de productos como de procesos, aprendizajes, etc., gracias al esfuerzo de hacer la sistematización. Como en cualquier proyecto de investigación o de intervención, podemos tener diversos objetivos. Es preciso, sin embargo, establecer con claridad la jerarquía y articulación entre estos.

 

  • Metodología: presentar y fundamentar el método que se ha seleccionado para realizar la sistematización; describir ordenada y brevemente las principales tareas que se van a llevar a cabo y la manera como se piensa hacerlo, las responsabilidades que se asumirán individualmente y aquéllas que serán compartidas, entre otros aspectos.

 

  • Recursos: es preciso adelantar un cálculo de los tiempos, materiales y recursos financieros que se requerirán, a fin de garantizar que se contará con los apoyos e insumos necesarios para la culminación exitosa de la tarea.

 

  • Cronograma: determinado un plazo adecuado para la realización del proceso. cabe prever cómo se usará el tiempo, estableciendo la secuencia básica de las tareas a realizar y los momentos claves en que se convocará la participación de otros: co-protagonistas, apoyos externos, etc., y en que se espera arribar a productos parciales.

 

Recuperación del proceso

La autora Marfil Francke (1995) dice que este momento tiene por objetivo reconstruir la experiencia que hemos elegido sistematizar, sea el proyecto en su totalidad o alguna de sus dimensiones. Se trata de dar cuenta del proceso real, tal como éste se desarrolló. En consecuen­cia, no basta con presentar sólo las actividades que el proyecto había programado, ni sólo las acciones desarrolladas por el equipo promotor, sino todo lo que realmente sucedió, incluyendo lo que hicieron las personas o grupos con las cuales se trabajó.

 

La reconstrucción de la experiencia se realiza a partir de una diversidad de fuentes de información: el proyecto original, las programaciones, los informes de avances y evaluaciones, los registros que se haya ido generando y la memoria de los participan­tes.

 

Un primer paso consiste en una descripción breve de la experiencia que se ha decidido sistematizar: dónde y cuándo se realizó, qué actores participaron, con qué objetivos, qué resultados se obtuvo. Se trata de dar una mirada ordenada a la práctica, que dé contenido a la experiencia delimitada cuando se diseñó el proyecto de sistematización. Al final de este documento se anexa, a manera de ejemplo, una guía para este ordenamien­to.

 

Un segundo paso consiste propiamente en la recuperación del desarrollo del proceso, la que debe ser lo más completa que sea posible, dando cuenta de todo lo sucedido, no sólo de lo que estaba programado. Además, la recupera­ción debe considerar los puntos de vista de los diversos participantes en el proceso, tanto el conjunto del equipo como la población. Dependiendo del tipo de relación que se ha establecido con ellos, conviene buscar formas de integrarlos a la reconstrucción o, por lo menos, de incorporar su visión de los hechos.

 

Un instrumento que hemos usado exitosamente para la recuperación de la experiencia es el cuadro que anexamos. Este permite tener una visión esquemática pero completa del desarrollo de los hechos, facilitando su análisis posterior. Sin embargo éste, como cualquier instrumento, debe ser adecuado al tipo de experiencia que se está sistemati­zando y a las condicio­nes del equipo, incluyendo nuevas columnas, modificándolas, alterando el orden, etc.

 

Es fundamental, en el momento de la reconstrucción, no perder de vista la delimitación de la experiencia tal como se la definió al diseñar el proyecto, a fin de no terminar reconstruyendo demasiado, que sería trabajar en vano, o excluyendo información que resulte básica para responder a las preguntas que nos plantea­mos.

 

La reconstrucción del proceso debe ir acompañada de su contextualización. Para ello, usamos un segundo cuadro, en el cual se da cuenta esquemáticamente de todo lo que ha afectado a la experiencia desde el exterior. Una vez más, las columnas pertinentes para la reconstrucción del contexto deben ser adecuadas a cada experiencia particular.

 

Los cuadros pueden ser trabajados inicialmente por una persona, pero luego deben ser completados con el conjunto del equipo y con representantes de los interlocutores, para recuperar su visión sobre el proceso.

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