Ordenación del Territorio y Urbanismo

Para iniciar este tema es necesario conocer de antemano que el suelo es un recurso natural agotable, puesto que ocuparlo para un uso puede hacerlo incompatible con otros usos y dejarlo inservible para un cambio futuro (por ejemplo, si un suelo agrícola se urbaniza se está transformando de manera prácticamente irreversible).

Ordenar un territorio significa repartir racionalmente los usos y actuaciones en el espacio disponible para alcanzar el equilibrio entre los asentamientos poblacionales y su entorno. La ordenación del territorio es fruto de los factores políticos, culturales y económicos que caracterizan a la sociedad que se asienta sobre un espacio concreto.

Una categoría especial de ordenación es el urbanismo, que particulariza el estudio del territorio al caso concreto de las ciudades. El urbanismo se entendió inicialmente como el conjunto de técnicas de construcción y mantenimiento a llevar a cabo en las urbes para satisfacer las necesidades de sus habitantes (económicas, sociales, estéticas, higiénicas, sanitarias, etc.). Las ciudades hasta hace bien poco han sido consideradas como fragmentos territoriales aislados de su entorno, en los que los suministros de agua, energías y materias primas, y la gestión de emisiones, residuos y vertidos han sido continuamente mejorados hacia su interior, preocupando menos las consecuencias que acarrean en el exterior.

Como consecuencia de lo anterior, los espacios naturales protegidos también fueron concebidos de la misma manera, como territorios aislados y de los que había que excluir la presencia del hombre. Esto sucedió incluso en zonas del mundo como la Cuenca del Mediterráneo, considerado un “punto caliente” de la biodiversidad mundial, donde el hombre lleva más de 4.000 años actuando como un elemento más del ecosistema, modulándolo y transformándolo en lo que es hoy. Las políticas proteccionistas pusieron en peligro estos ecosistemas al aislarlos, ya que muchos de ellos dependen directamente de la intervención humana y se degradan sin ella, como es el caso de la dehesa. Aislar a un espacio de su entorno puede impedir, o dificultar gravemente, que se produzcan los flujos de energía y materia que lo mantienen como es.

Actualmente, uno de los modelos que se está imponiendo como paradigma en Europa, es el de “ciudades plurinucleares” como sistema que ayuda a mantener relaciones beneficiosas entre espacios rurales y urbanos. La idea es mantener en zonas agrícolas o forestales a aquellas poblaciones que secularmente han desarrollado allí actividades sostenibles con su entorno, de tal manera que se evite un flujo masivo de personas hacia la ciudad, lo cual incrementaría los problemas de saturación en el abastecimiento de recursos y marginalidad de los desplazados.

Por estos motivos, se vio como fundamental planificar antes de actuar, establecer aquellas líneas generales sobre las que se quiere asentar un modelo territorial o urbanístico antes de realizar cualquier construcción de viviendas o infraestructuras. La información de partida debe estar contrastada y ser fiable, para no fallar a la hora de decidir cuales son las actuaciones más relevantes que deben llevarse a cabo en un territorio. Así, es necesario primero definir cuales son los indicadores que más interesa estudiar para obtener esa información de partida, por poner un ejemplo, si la preocupación principal descansa sobre la movilidad en el interior de una ciudad, habrá que plantear el uso de indicadores como la carga de tráfico rodado que soportan diariamente sus calles, la intensidad de circulación peatonal en las diferentes zonas de la misma, los tiempos medios que emplean los transportes públicos en cubrir una ruta completa, etc.

El objetivo último es que el estudio que otorga al planificador la información de partida, represente fielmente la realidad del territorio, para poder realizar un diagnóstico de la misma y aportar soluciones concretas en el plan.

Es importante conservar estos estudios y diagnósticos para futuras revisiones del planeamiento territorial o urbano, esto permitirá al planificador valorar los avances conseguidos y en que aspectos debe mejorar la situación.

Un factor determinante para el desarrollo de estructuras territoriales y urbanas equilibradas, es la gestión del transporte y la movilidad de los ciudadanos. Lo primero es reducir el número de desplazamientos innecesarios, esto se consigue evitando que el territorio se convierta en un conjunto de sectores independientes destinados a un solo uso (zona de ocio, zona industrial, zona residencial…), y favoreciendo la integración, por ejemplo que los lugares de trabajo de las personas se sitúen junto a sus viviendas (o incluso en sus casas, en muchos lugares se está incentivando el teletrabajo). Lo segundo es favorecer aquellos tipos de transporte más respetuosos con el medio ambiente, previendo en la ordenación territorial o urbanística soluciones como las de ciclovías o carriles bicicleta, peatonalización de calles comerciales, red de tranvía, etc. Según la Asociación para la Promoción del Transporte Público (Barcelona), la eficiencia de los diferentes modos de transporte urbano viene determinada por la siguiente tabla:

 

medio ambiente

 

Por último es importante que se empleen donde sean necesarias las mejores tecnologías disponibles, en aras de una mayor sostenibilidad de los sistemas de transporte y de su eficiencia energética (por ejemplo sustituyendo los autobuses urbanos con motores diesel por otros fotoeléctricos o con motores alimentados con gas natural, hidrógeno…).

Otro factor importante es modular las redes de suministros para evitar que se conviertan en un problema grave puesto que todas ellas (ya sean de luz, agua, gas…) presentan pérdidas (más o menos frecuentes) que hacen que a mayor distancia recorrida más ineficiente sea el transporte, incluso influyendo sobre la calidad del suministro. En el caso del agua el problema es especialmente llamativo, llegando a superar las pérdidas al consumo en demasiados casos. Por eso son más eficientes desde este punto de vista, los modelos de “ciudad concentrada” (en los que los que predominan los edificios de varias plantas) que los de “ciudad jardín” (conformados por viviendas unifamiliares), donde además los consumos son mayores (suelen tener más superficie de jardín, piscina, puntos de luz exteriores, etc.).

Más allá de la reordenación de una ciudad está la previsión de crecimiento, es decir, hacia donde debe proyectarse la ampliación de la urbe y cuales son aquellos sectores más idóneos para situar las parcelas de “suelo urbanizable”. El crecimiento ordenado es fundamental si no se quieren cometer errores del pasado, habrá que asegurar el equilibrio en las nuevas zonas urbanas para evitar tener que implantar a posteriori medidas correctoras que hagan frente al colapso de las dotaciones y servicios existentes.

Se puede decir que la calidad ambiental de un territorio se basa en su capacidad de recirculación, al venir determinada por la manera en que éste acepta los elementos de entrada y se deshace de los de salida ya que las principales causas de la degradación de la calidad del medio dependen de la presencia de ruido y vibraciones, vertidos, emisiones de gases contaminantes, residuos urbanos y peligrosos, etc. Por lo tanto, en el esquema territorial deben preverse mecanismos para evitar que estos outputs lleguen a producirse (sistemas de vigilancia y control) y establecer modelos de gestión eficaz de aquellos que se produzcan (sistemas separativos para la gestión de aguas, sistemas integrados de gestión de residuos, etc.).

El objetivo último de la ordenación y planificación es que el territorio pueda ser “habitable”, aunque esta afirmación parezca evidente, es fundamental que se entienda que el equilibrio entre los sistemas de transporte, los espacios naturales protegidos, las poblaciones urbanas y rurales… y dentro de la ciudad entre las zonas verdes y espacios libres, los centros de trabajo y ocio, las zonas residenciales… debe ser percibido por los habitantes del territorio en cuestión e influir de forma positiva sobre su calidad de vida, puesto que si se realizan estas actuaciones de manera aislada o en base a una mala planificación, se puede incurrir en el error de perjudicar a la población del lugar y poner en contra de esas actuaciones a la opinión pública.

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