Historia de la agricultura

Es muy probable que aún antes de que aparecieran los primeros vestigios de lo que llamamos civilización, existiera ya un sistema de alimentación basado en la recolección de plantas silvestres. Así, aparecen en el arte rupestre representaciones de actividades humanas relacionadas con la recogida de especímenes vegetales.

El hombre en un principio era cazador y recolector, vivía agrupado en pequeños núcleos a los que denominaban “clanes”. Hasta entonces, la tierra producía alimentos suficientes de forma espontanea. Más adelante, estos pequeños núcleos fueron creciendo y las necesidades alimentarias también. Los alimentos producidos de forma silvestre en la naturaleza ya no bastaban para abastecer a todo el clan, y el hombre observó la necesidad de obtener del suelo mayores producciones para satisfacer sus necesidades. De esta forma el hombre aprendió por necesidad el arte de cultivar plantas comestibles.

Los primeros indicios de transición de la sociedad paleolítica, cazadora y recolectora, a la neolítica, productora de alimentos, aparecen en Oriente Próximo, hacia el 8500 a. C., desde donde se extendieron a Oriente Medio, Egipto, Europa… De esta época han sido hallados restos arqueológicos, entre los que se encuentran representaciones de primitivos arados, constituidos por una gruesa rama con dos derivaciones, una corta y puntiaguda para penetrar en el terreno y otra más larga para permitir el arrastre. Así, de esta forma tan sencilla, el hombre empieza a abrir la tierra para hacer la siembra.

Las distintas civilizaciones se fueron transmitiendo los conocimientos de unas a otras. El arte de cultivar la tierra se transmitió de esta forma de los egipcios a los griegos y ya el historiador Hesiodo escribe sobre la costumbre de arar tres veces al año sin voltear la tierra, en primavera, en otoño y antes de la siembra.

Al incrementarse las poblaciones, éstas se hicieron sedentarias, la caza no bastaba para suministrar la carne, y surgió la ganadería. De este modo la práctica del abonado posiblemente surgió de forma accidental, cuando se hicieron las primeras domesticaciones de animales y se observó que, con sus desechos, la producción del terreno se incrementaba.

A lo largo del tiempo el sistema, se fue perfeccionando y las producciones se incrementaron de manera notable. Los excesos en la producción dieron lugar intercambio de bienes con otras personas. Ya no era necesario que todo el mundo produjera, el trabajo se fue diversificando y surgió el comercio.

El aprovechamiento de la tierra se hizo cada vez más intensivo, la capa superficial se agotaba, y era necesario arar más profundamente. Se comenzaron a roturar nuevos terrenos y aparecieron nuevos útiles de labranza, produciéndose una esquilmación generalizada de las tierras.

Ya en el siglo XX, para compensar la pérdida de fertilidad que se estaba produciendo en las tierras de labor, surgieron los abonos químicos. Con este hecho se produce la denominada “revolución verde”, en la que las producciones se multiplicaron en cantidad, pero la fertilidad del suelo decrecía de forma inversa y exponencialmente. También en esta época empezaron a cultivarse variedades más seleccionadas, a costa de perder una gran cantidad de biodiversidad natural, tan importante para conservar el patrimonio genético del medio rural.

Durante esta época aumentaron las plagas, favorecidas por la debilidad de las nuevas plantas y la instauración del monocultivo como sistema de producción. Con la aparición de los pesticidas parecía que se había encontrado la solución a todos los problemas sanitarios agrícolas, sin embargo, con el paso del tiempo, se ha hecho patente la ineficacia a largo plazo de tales productos y los problemas ambientales derivados de su utilización (contaminación de suelos y acuíferos).

En esta última época aparece también la maquinaria agrícola, que viene a incrementar de forma notable la capacidad de trabajo, reduciendo el tiempo de dedicación y el número de jornaleros en la mayoría de los casos.

En la actualidad parece que se está en las mejores condiciones de producir, no obstante y a pesar de los grandes aumentos de las producciones, la consecuencias de todos estos avances no ha hecho más que encarecer la producción, generar más contaminación, más pobreza, y éxodo de población del campo a la ciudad.

La ecología ha ido incrementando los conocimientos que se tienen de los ecosistemas y sin embargo parece que las tendencias agrícolas dan la espalda a estos conceptos. Se ha producido una fuerte disociación entre cómo funciona la naturaleza y cómo funcionan los sistemas agrícolas a lo largo de un proceso continuado en el tiempo. Es la hora de pensar si ha de seguirse esa tendencia o por el contrario utilizar la tecnología y los conocimientos para actuar de forma más inteligente y acorde con las leyes de la naturaleza.

Los progresos de la química y la genética están revolucionando la agricultura, resolviendo muchos problemas, pero sin duda generando otros cuyas futuras consecuencias aún se escapan al conocimiento humano. Así por ejemplo, las especies genéticamente modificadas teóricamente deben resolver problemas agrícolas pero la experiencia actual no muestra evidencias de que esto sea así y se abre muchos interrogantes sobre el futuro.

En los últimos tiempos se ha aumentado la capacidad de producción pero a costa de perder calidad en los alimentos y con ello salud y calidad de vida. Éste es un parámetro que ha de tenerse en cuenta también, a la hora de aplicar el progreso.

La agricultura ecológica pretende utilizar todos los avances que la ciencia moderna ha desarrollado para el sector agrícola, sin desechar por ello los conocimientos adquiridos durante estos más de 100 siglos de historia. Se trata, por tanto, de una labor de complementación y no de enfrentamiento.

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