Calzadas Romanas

Las calzadas romanas fueron una de las mayores y mejores obras de ingeniería que se realizaron durante el Imperio Romano, extendiéndose por casi todas sus zonas de influencia, pasando de comunicar Roma con otros lugares en Italia, a la Galia, Hispania, Grecia y Asia Menor.

Se les llamaba “Viae” y podían ser privadas, militares, públicas y secundarias; estando señalizadas por “miliares”, construidos en piedra y en los que se ponía el “punto kilométrico” en el que te encontrabas y la distancia existente hasta la siguiente señal.

 

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Su finalidad era principalmente estratégica y militar, aunque también jugaba un importante papel para los intercambios comerciales.

La primera que se construyó fue la Vía Appia, que unía Roma con Capua.

En Hispania llegaron a existir unas 34 vías, que comunicaban importantes puntos de la península entre sí, cubriendo algo más de 11.000 kilómetros (sobre los 90.000 kilómetros del total de vías), destacando la Vía Augusta y la de la Plata.

El proceso de construcción era bastante laborioso, si bien se solían trazar sobre senderos o caminos ya existentes.

Una vez decidido el recorrido por los “mensores” se procedía a excavar el mismo con una profundidad aproximada de 1 metro y medio, y una anchura que oscilaba entre 4 y 6 metros (aunque en las cercanías a los núcleos urbanos importantes podía ser mayor aún); hueco que se rellenaría con diferentes capas de materiales.

En la base se pondría una especie de cimiento formado por cantos rodados y piedras, llamado “Statumen”; sobre este se depositaba el “Rudus”, una argamasa mezclada con guijarros de pequeño tamaño; posteriormente se ponía una mezcla de arena, grava y piedras molidas que se aplanaba con suma meticulosidad, el “Nucleus”; sobre el que finalmente se depositaban las losas que conformarían la superficie de la calzada por la que circularían los carros y personas, pulidas y cortadas de determinada manera y cuya base presentaba una forma puntiaguda para que se asentase mejor sobre las capas inferiores.

 

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La calzada se delimitaba a ambos lados con bordillos y no se construía totalmente plana, se “abombaba” en el centro de manera que el agua de la lluvia no se estancase y circulase hacia los laterales de la misma, donde se realizaban unas canaladuras con la finalidad de darle salida.

Pero no solo se debían construir, sino mantener en perfecto estado, lo que costaba ingentes cantidades de dinero al Imperio.

 

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